¿Es necesario ver para sentir? ¿Y lo es del mismo modo
sentir para ver o querer ver?
Ver para sentir es un enunciado que podemos aplicar a
distintos aspectos de la vida, en los cuales en algunos se verifica y en otros
no, dependiendo tanto de la situación, como de la persona y de los sentimientos
que puedan aflorar.
Poniendo el
ejemplo clásico de los desastres del tercer mundo, es cierto que existen
personas a las que les son indiferentes los problemas de los demás, no sienten
en absoluto por los males ajenos. Pero no por esas personas imperturbables debemos
generalizar para dar por cierto tan fácilmente ese razonamiento, pues sí que
existen muchas otras almas damnificadas por las calamidades de los demás. Pero,
si los que dicen sí sentir, realmente sienten, deberían estar dispuestos a
hacer todo lo posible por cambiar esas realidades, porque un sentimiento es
algo muy fuerte que se construye poco a poco y no nace ni se evapora de la
noche a la mañana, al cual tenemos que escuchar y saber qué quiere
transmitirnos, cómo debemos actuar. Un sentimiento es algo permanente que, si
la situación que lo provoca hace que sea positivo, gusta que te acompañe en tu
vida, pero, si lo hace negativo, lo que se suele intentar es un constante
cambio para transformar todo aquello que te hace sentir de ese modo. Y sí que
hay gente que se deja su propia vida para cambiar esas realidades, pero esas
personas no conforman ni un tercio de las que dicen que sus corazones sienten a
pesar de no ver las desgracias de aquellos países.
Entonces llegamos a la conclusión de que sí que es en
parte cierto que, ojos que no ven una realidad que les pueda afectar
directamente, corazón que no siente algo tan fuerte como para actuar en
consecuencia. Y muchas veces nos excusamos diciendo que es imposible para
nosotros actuar, cuando bien sabemos que no hay nada imposible en esta vida, y
que, si realmente nos marcamos un objetivo, aunque tengamos que cruzar muchas
dificultades y superar miles de obstáculos, finalmente lo alcanzamos, y la
recompensa que obtenemos es grandiosa como consecuencia de todo el trabajo
realizado. ¿Qué es entonces lo que sucede? ¿Por qué no damos ese paso? Lo que ocurre es que
no estamos en absoluto seguros de que realmente vaya a merecer la pena dejarse
cada inspiración y expiración de algún momento de nuestras vidas en la vida de
otras personas, porque muchas veces en lo que pensamos es únicamente en
nosotros mismos. Nos consideramos el centro de nuestro universo cuando
realmente deberíamos plantearnos si en ese centro queremos estar nosotros
solos, o deberíamos compartirlo con toda la humanidad. Con compartir no me
refiero solo a las riquezas y buenos momentos, sino también a los momentos difíciles
de carencia, necesidad y supervivencia.
Así pues es cierto que hay ojos que no ven y corazones
que, por lo tanto, no sienten, pero, en contraposición, encontramos también
ojos que no ven y corazones que sí que sienten. Son esos los corazones que
esperanzan la persistencia de la humanidad como clase, como un conjunto con un
objetivo común, vivir para ser feliz.
También es cierto que, corazón que no siente, ojos que no
ven u ojos que no quieren ver. Tenemos el ejemplo de un hijo que pierde el
sentimiento de cariño hacia sus padres por caer en la droga. Cambia continuamente
de estado de humor y poco a poco se va volviendo incapaz de elaborar un
pensamiento coherente por sí mismo, y no se da cuenta, o no quiere darse cuenta
de todo el daño que hace a sus familiares con esto. Ahí tenemos el caso de un
corazón ya insensible por la razón que sea, que no permite a los ojos ver más
allá de la superficialidad. Cuando ya es el corazón el que se rinde, ni mucho
menos queda la esperanza de que sean los ojos los que den el aviso. Cuando es
el corazón el que está vencido, no hay ni tacto, ni ojos, ni oídos capaces de
sentir. El corazón es el regente de los sentimientos y nulas son las esperanzas
cuando es este el que capitula.
Afirmar que tienes sentimientos es un gran compromiso. Es
atarse a un destino, a una serie de personas, ser capaz de mover montañas por
ellos si los sentimientos son positivos, y si son negativos, mejor no
plantearse nada. Es preferible sentir indiferencia a tener sensaciones insanas.
Todos aquellos que sentimos positivamente hacia lo que
sea, o hacia la persona que sea, bien sabemos que es un regalo de la vida la
capacidad de compartir momentos, abrazos y sonrisas y saber que, en el instante
en que tú pidas que muevan una piedra por ti, esas personas van a mover
montañas enteras. La pena es que eso la mayoría solo lo hagamos por las
personas a las que vemos y queremos y no por todas aquellas que están viviendo
injusticias y se conformarían con que cada uno de nosotros diéramos un
empujoncito, para que, juntando todos los empujones de todas las personas,
desplazáramos esa montaña que tan poco nos cuesta a nosotros y tanto les cuesta
a ellos.
Para finalizar os animo a que sintáis sin miedo a nada, vean
vuestros ojos, o no vean, porque sentir no es algo malo, es algo natural. Dejad
que vuestro corazón atraviese las fronteras que necesite, y no seáis vosotros
mismos los que construyáis las murallas que le impiden avanzar hacia el gran y
más importante corazón, el corazón de la humanidad.
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