domingo, 11 de diciembre de 2011

PRINCIPIO DE NO CONTRADICCIÓN


“Ojos que no ven, corazón que no siente”. Es un buen refrán. Como todos los refranes, viene de la tradición popular, y el pueblo nunca se equivoca.
Es verdad que si no ves algo, es muy difícil que lo sientas. Ver para creer. Pero puedes ver a través de los ojos de otro, con lo que literalmente el refrán quedaría invalidado. Pongamos el supuesto de que tu pareja te es infiel. Si  ves esa infidelidad, sentirás dolor, ira,… Si te la cuentan es casi como si la hubieras visto por ti mismo, pero si no la ves, sigues tu vida  tranquilamente, desconocedor de lo que se pasa por la mente de tu pareja, en paz. No puedes sentir nada por algo que todavía no has visto, o no han visto por ti. Aun así peca de generalista. Un buen ejemplo de ello es la fe y su práctica. Porque los creyentes sienten sin ver, es más, ni siquiera están seguros de que aquello que no ven exista. Y, aunque para algunos la fe es su realidad más certera, otros creen que no hay nada más allá, pero tampoco  pueden estar seguros de ello; no se es no creyente, sino creyente en nada, con lo que también sienten sin ver. Que paradójico.
Es curioso que, si invertimos el refrán, la resultante es potencialmente más creíble. Pongámonos en la mente de  un general, soldado, etc. Nazi. Ahora, setenta años después, los juzgan, pero ¿realmente tenían conciencia de que lo que hacían estaba mal? No defiendo en absoluto el genocidio, pero si tu corazón siente un odio racial e irracional hacia los judíos, no vas a ver ningún problema es eliminarlos, quizá para ti fuera hasta bueno.  Por eso, en el campo de los derechos humanos, es un tema complicado. Como en el experimento de las descargas eléctricas, si el sujeto que imponía el castigo no veía el sufrimiento del castigado, no hallaba ningún reparo en impartirlo, quizá, hasta la muerte del segundo.
Otra versión factible del flexible refrán pudiera ser “ojos que ven, corazón que no siente”. Vas por la calle, ves a un mendigo y pasa de largo. Todos somos conscientes de la dura realidad, pero nos cegamos, no queremos verla para que no nos afecte. Deshumanizados. Buscamos que nuestro corazón no sienta. Insensibles. Como tras un desengaño, nos mentimos para no sufrir. Negamos lo evidente, cegamos nuestros ojos, no sentimos, pero hemos visto.
¿Y qué acerca de “corazón que siente ojos que no ven”? Es, en mi opinión otra bonita forma de engañarse, tan viable como la anterior. Tu corazón siente de forma inevitable algo que es posible que no quiera sentir. Falseas ese sentimiento, lo edulcoras para no ver, si no ves no crees, aunque sea una imaginación. Es supuesto que al tiempo dejaras de sentir por aquello que no ves, volviendo a la forma inicial del refrán.
Todo esto constituye así un principio de no contradicción, donde si no ves no sientes y si ves sientes, aunque no sientes si solo si no ves y no ves si solo si no sientes.
Y es que el corazón tiene razones que la razón no entiende.

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