Últimamente se está extendiendo eso de que el mundo es cada vez más
insensible, que no nos afecta nada de lo que vemos en las noticias hoy día…sin
embargo, ¿qué se necesita para “activar” el corazón?
Aunque parezca que no, la relación entre el conocimiento y los
sentimientos es mayor de lo que creemos. Hay que analizar dicha relación en una
serie de puntos. ¿El conocimiento nos genera sentimientos? ¿Los sentimientos
nos llevan al conocimiento? ¿Todo lo que vemos es verdad, o está alterado por
lo que sentimos? Vayamos uno por uno.
En España tenemos el famoso refrán de “Ojos que no ven; corazón que no
siente”. Si tomamos como referencia este dicho, lo que necesitamos para sentir
algo sobre un tema o hecho es verlo, es decir, conocerlo. Si no sabemos qué ha
ocurrido… ¿cómo vamos a sentir algo hacia dicho suceso? Si alguien dijese algo
malo a nuestras espaldas pero nosotros no llegamos a enterarnos de que ha hecho
eso, jamás vamos a ser capaces de sentirnos afectados. ¿Qué sentimiento vamos a
desarrollar ante lo desconocido? ¿Afecto, desprecio, tristeza? Es algo un tanto
complicado; si acaso, miedo por no conocer.
Pero la relación conocimiento-sentimiento es recíproca. Como dijo
Leonardo da Vinci, todo conocimiento empieza por los sentimientos. Es decir, lo que sentimos nos llevan al
saber. Ese temor a lo desconocido nos lleva a profundizar, a conocer. Del mismo
modo no conoceremos aquello que no nos interesa, solamente si queremos y
deseamos realmente algo lo “veremos”, y dejaremos apartadas, en un segundo
plano aquello hacia lo que no generemos ningún sentimiento de inquietud. Por
tanto, los sentimientos son creadores de conocimiento y viceversa.
Llegado a este punto debemos ver la influencia que los sentimientos
tienen sobre el conocimiento ya adquirido. Es indudable que vivimos en un mundo
dominado por la subjetividad. Incluso aquello que debería ser más objetivo como
los periódicos o telediarios no lo son. Entonces, ¿cómo sabemos que nuestro
conocimiento es auténtico? Bien puede estar alterado por lo que sentimos.
Volviendo al refrán, podríamos darle un cambio: “Corazón que siente, ojos que
no ven”. En muchas ocasiones nos hemos dejado llevar por nuestros sentimientos
y más de una vez estos nos han impedido ver la realidad. Es más, se suele decir
eso de: El amor es ciego. Sin embargo es una frase que se podría extrapolar y
generalizar. La alegría, la tristeza, incluso la amistad suelen ocultarnos la
realidad. No digo que sea algo malo, aunque a veces pueda serlo (como en una
depresión por poner un ejemplo claro); pero es un hecho que solemos negar.
Con todo esto no pretendo más que aclarar mis ideas respecto a este
tema que, la verdad, nunca me había planteado. Somos seres racionales y
emocionales. Aunque a veces se solapen ambas partes, debemos aprender a
compaginar estos dos mundos, pero, ante todo, debemos disfrutarlos.
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