lunes, 14 de noviembre de 2011

TEMOR A LO DESCONOCIDO

La muerte es algo que ha producido temor al ser humano desde que este tiene conciencia de sí mismo. La muerte es a la vida como la sombra es al cuerpo que la proyecta. Del mismo modo, la muerte sigue a la vida como tu sombra te sigue allá donde vayas, incansable, conformando la cara y cruz de una misma moneda. Sin embargo, no es algo que tengamos presente de forma continua, sino que nos asalta cada vez con más frecuencia cuanto más cerca la sentimos, bien porque nuestra vida avanza y cada vez notamos más próximo su final; o bien cuando asistes a la muerte de alguien cercano. Es en ese momento cuando reaparece la certeza de nuestra mortalidad, invadiéndonos de ese modo sensaciones de miedo, rechazo, impotencia y al mismo tiempo el deseo de aprovechar cada momento de nuestra vida; reaccionando de este modo a los dos grandes interrogantes que nuestro propio fin nos plantea: ¿Cuándo llegará? ¿Habrá algo mas allá?
El hombre está incómodo con la idea de que algo de su existencia escape a su control. Necesita dominar cuanto le rodea para seguir considerándose el ser vivo que impera en el universo aún cuando esta sea algo todavía muy desconocido para él.
La muerte, nuestra muerte, parece un gran enigma que no conseguimos descifrar debido a la ausencia de experiencias y conocimiento de este fatal desenlace al que estamos irreversiblemente condenados.
¿De qué se ha valido el ser humano para intentar explicar esta incertidumbre? A lo largo de la historia, y a través de la filosofía y la religión, ha intentado desarrollar un malla de teorías que tratan de facilitarle una mayor sensación de vida eterna, en algunos casos, y, en otros, ha llegado a la conclusión que no dispone de mayor verdad que la que le facilitan sus conocimientos experimentales.
Hay teorías que defienden que solo existe la vida terrenal y que la muerte supone el fin de esa existencia terrenal y que no hay nada después. Por otro lado hay teorías que defienden la existencia de dos dimensiones: la material y la espiritual.
Creo que la segunda es más acertada ya que los sentimientos no son algo material y que sin embargo, están ahí, en nuestro interior.
Entonces, ¿por qué tememos a la muerte? Es parte de la naturaleza del ser humano temer a lo desconocido, y no hay enigma más profundo como el que supone aquello que hay más allá de esta. Hay teorías que intentan responder esta incógnita pero nadie la sabrá responder hasta que no le llegue su hora, y cuando esto ocurra, ya es imposible transmitirlo a nadie.
No hay que temer a la muerte puesto que algo tan maravilloso como es la vida no se puede desperdiciar temiendo algo que desconocemos, incluso pensando qué habrá después. Además de que es una experiencia que jamás volveremos a experimentar y, ¿por qué temerle a una nueva experiencia? Y si la muerte no es el fin de la existencia humana no tenemos por qué preocuparnos de ella.
Y para acabar esta disertación me gustaría lanzar una pregunta al aire, ¿no será mejor buscarle sentido a la vida desde el primer momento para que, de esa manera, cuando nos llegue el final, sea cuando sea, podamos decir que hemos tenido una vida plena como personas?

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