sábado, 12 de noviembre de 2011

Se cierra el telón

Al estar con sus amigos y familiares, uno se da cuenta de la suerte que tiene de que estén ahí, siendo tu apoyo en innumerables ocasiones. Y hay veces que despreciamos o no valoramos esta ayuda.
Personalmente, creo que la razón por la que estamos aquí, por la que vivimos, es para amar a los demás. Y eso es lo que ellos hacen cuando nos dan esa ayuda, la que a veces no apreciamos. Nos aman.
Pero no todo el mundo se da cuenta de que, algún día, cualquier día, no estarán, o no estaremos. Puede parecer un poco radical, e incluso injusto. Pero es así. Debemos vivir sabiendo que nuestra vida en este mundo, en algún momento, se apagará.
Hay quien piensa que la muerte es el final, que te mueres y punto. Y entiendo (aunque no lo comparta)  su punto de vista. Pero también hay quien piensa que la muerte no es el final, sino, más bien, un  “continuará…” .
De todas formas, pensemos lo que pensemos, creamos en quien creamos, todos tenemos miedo a la muerte. ¿Por qué? Porque no la conocemos, no sabemos a ciencia cierta qué va a pasar (si es que va a pasar algo) cuando algún ser querido o nosotros mismos, muramos. Pero el no conocerla no es la única razón por la que le tenemos miedo. Hay otra cosa más: amamos la vida. Por eso nos parece muy injusto cuando aprendemos que, aunque seamos súper buenos, aunque seamos amables y cariñosos, aunque perdonemos a todo el mundo, en definitiva, aunque seamos unas personas geniales, no hay escapatoria a nuestro final.
Sabiendo que no podemos evitarla, tenemos dos opciones: tomar la postura de que la vida es un largo y arduo camino que nos conduce, inevitablemente, hasta un final terrible e injusto, o podemos aceptar, aunque sea muy duro, que va a haber un final, y vivir respecto a ese conocimiento. Es como cuando estamos viendo una película que nos encanta, o incluso una obra de teatro. No queremos que se acabe nunca, deseamos quedarnos cómodamente sentados para siempre viéndola. Pero debemos aceptar que siempre habrá una última escena, un último acto en el que el telón se cerrará para siempre, sin que exista la posibilidad de volver a abrirse, marcando el final de nuestra historia.
Pero, como se dice en el teatro, el espectáculo debe continuar. Y es que nuestro final, aunque sea el más importante para nosotros, no es EL FINAL. La vida sobre el planeta en el  que hemos vivido, sufrido, sentido y amado, sigue, y seguirá siempre, hasta que estas palabras dejen de tener sentido.
Una de las preguntas que más tememos es la de “¿y luego, qué?”.Cada persona tiene su opinión, que es igual de posible a la mía, aunque no se parezcan en nada. Pero a mí me gusta pensar que sí, que hay algo después de la vida, más allá de la muerte. No sé qué será, ni cómo, pero no me importa, porque he comprendido que lo más importante de las cosas no es cómo acaben, sino el camino que seguimos nosotros hasta acabarlas. Tenemos un tiempo para vivir, el de alguno más amplio o más breve que el de otros, pero no se trata de ir agotándolo, sino de aprovecharlo al máximo. No debemos mirar al futuro, porque nuestro presente irá pasando hasta que llegue, y viviremos atemorizados por su acercamiento imparable. Cuando queramos darnos cuenta, nuestro tiempo se habrá acabado, y lamentaremos haber pasado el presente pensando en el futuro. No sirve de nada preocuparse, porque lo que tenga que venir, vendrá, y habrá que plantarle cara.
Así que,¡ vive tu vida, aprovéchala, exprime hasta la última gota de tiempo que tengas en vivir y experimentar! Porque, solo cuando el momento llegue,  podrás saber cuándo dejarás de poder vivir. Porque, aunque de verdad haya un después, un “continuará” , tu vida aquí es única e irrepetible, un regalo que, al morir, devolvemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario