Para poder hablar de la
muerte es necesario saber qué es la vida, pues al ser términos opuestos se
complementan el uno al otro. Yo definiría vida como el conjunto de momentos,
tanto gratos como desapacibles, que transcurren mientras nos empeñamos en desarrollar
otros planes. Existe una frase que dice: “No esperes el momento perfecto, toma
el momento, y hazlo perfecto”. Este enunciado refleja uno de los mayores defectos
de la humanidad. Siempre esperamos a que llegue la ocasión para actuar, cuando
la verdadera vida consiste en tomar el momento, disfrutarlo, hacerlo tuyo y
maravilloso. La vida es felicidad y desgracia, logro y fracaso, amor y soledad,
como bien afirma Thomas Nagel. No todos los momentos pueden ser espléndidos,
pero tampoco todos ellos míseros. La vida es la intercalación de etapas muy
diferentes. Pero entonces, ¿qué es la muerte? ¿Es el fin de la vida? ¿El
comienzo de una vida nueva? ¿Nuevos momentos y compromisos? ¿O el fin de
nuestro razonamiento?
La muerte es tan abstracta
como enigmática, y desde mi punto de vista, todo significado objetivo atribuido
a la muerte es erróneo, ya que nada es descriptible con pura exactitud, y mucho
menos, algo que ni si quiera uno mismo ha experimentado.
Cierto es que sí padecemos el
sentimiento de tristeza y agonía que aflora en nosotros cuando la muerte se
lleva a algún ser querido. ¿Por qué lo sentimos así, en lugar de celebrarlo?
Porque no sabemos absolutamente nada de qué le espera a esa persona a partir de
dicho momento. Si va a ser algo bueno o malo, sencillo o complicado. Lo único
de lo que tenemos certeza es de que, al menos en la vida tangible, no vamos a
volverlo a ver. ¿Pero luego? ¿Volveremos
a cruzarnos a esa persona alguna vez?
Todas estas preguntas conforman el enorme
jeroglífico que supone este fin. Un jeroglífico que a mí personalmente me
atemoriza de un modo considerable.
La muerte es algo natural.
Marca un antes y un después. Es un precipicio, por el cual no decides si
tirarte o no. Puede que caigas antes, posiblemente después, pero lo que todos
sabemos con seguridad es que nos vamos a desprender por ese abismo sin saber lo
que nos espera a lo largo del descenso y al final de este, o únicamente si realmente
nos espera algo.
La muerte es personal y
súbita. No puedes cambiar tu muerte por la de otra persona, así como tampoco
puedes decidir fecha, hora o lugar. Te recoge cuando quiere y te lleva a ti, a
tus ideas, recuerdos y pensamientos nadie sabe a dónde.
Es bueno vivir la vida
entregándose a la suerte, porque cuando menos te lo esperas, ya no formas parte
de ella y puede que te arrepientas de no haber hecho lo que realmente te
apetecía en algún momento, ¿ Qué tiene de malo hacer lo que queremos hacer?
La muerte llega rápido y no
es ella la que duele si no el dolor reprimido, las palabras no dichas, las
emociones no expresadas tales como el llanto no llorado o la alegría no
compartida.
Con seguridad, cuando notes
que la muerte va a abrazarte, vas a arrepentirte, no de los errores cometidos,
si no de aquello que has considerado erróneo antes de ni si quiera haberlo intentado,
y ya no sabes si vas a tener ocasión de hacerlo en ese nuevo ciclo posterior a
la vida. Porque no sabemos qué pasa ahí, qué hay o qué deja de haber, qué se
siente o se deja de sentir. Probablemente la muerte no sea algo tan negativo
como creemos. Podemos considerarlo positivamente como una nueva etapa de
libertad, de libertad real, sin prejuicios ni limitaciones.
La muerte son muchas
preguntas con una sola respuesta: Vive cada momento como si fuera el último, no
te arrepientas de nada de lo que hagas, si no de lo que dejes de hacer y prescinde del miedo, porque como bien sabemos,
todo esfuerzo tiene recompensa, así que todo lo que te hayas esforzado en la
vida, va a ser recompensado tarde o temprano, y si has sido gran persona, estés
donde estés después de morir, vas a tener un gran lugar reservado en los
corazones de los que te quieren. Así pues, en el recuerdo vas a ser eterno, y
la eternidad es inmortal. Pero lo que realmente merece la pena es ser recordado
como una persona que ha intentado cambiar el mundo, ha aportado su granito de
arena y ha hecho frente a los distintos contratiempos que se presentan en la
vida.
Amigos, la muerte llega
rápido y nos lleva consigo cual ráfaga de viento que hace volar al papel, así
que no dudéis ni un instante en gozar cada segundo de vuestras vidas.
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