sábado, 12 de noviembre de 2011

SABIENDO VIVIR SE APRENDE A MORIR


Para poder hablar de la muerte es necesario saber qué es la vida, pues al ser términos opuestos se complementan el uno al otro. Yo definiría vida como el conjunto de momentos, tanto gratos como desapacibles, que transcurren mientras nos empeñamos en desarrollar otros planes. Existe una frase que dice: “No esperes el momento perfecto, toma el momento, y hazlo perfecto”. Este enunciado refleja uno de los mayores defectos de la humanidad. Siempre esperamos a que llegue la ocasión para actuar, cuando la verdadera vida consiste en tomar el momento, disfrutarlo, hacerlo tuyo y maravilloso. La vida es felicidad y desgracia, logro y fracaso, amor y soledad, como bien afirma Thomas Nagel. No todos los momentos pueden ser espléndidos, pero tampoco todos ellos míseros. La vida es la intercalación de etapas muy diferentes. Pero entonces, ¿qué es la muerte? ¿Es el fin de la vida? ¿El comienzo de una vida nueva? ¿Nuevos momentos y compromisos? ¿O el fin de nuestro razonamiento?
La muerte es tan abstracta como enigmática, y desde mi punto de vista, todo significado objetivo atribuido a la muerte es erróneo, ya que nada es descriptible con pura exactitud, y mucho menos, algo que ni si quiera uno mismo ha experimentado.
Cierto es que sí padecemos el sentimiento de tristeza y agonía que aflora en nosotros cuando la muerte se lleva a algún ser querido. ¿Por qué lo sentimos así, en lugar de celebrarlo? Porque no sabemos absolutamente nada de qué le espera a esa persona a partir de dicho momento. Si va a ser algo bueno o malo, sencillo o complicado. Lo único de lo que tenemos certeza es de que, al menos en la vida tangible, no vamos a volverlo a ver. ¿Pero  luego? ¿Volveremos a cruzarnos a esa persona alguna vez?
 Todas estas preguntas conforman el enorme jeroglífico que supone este fin. Un jeroglífico que a mí personalmente me atemoriza de un modo considerable.
La muerte es algo natural. Marca un antes y un después. Es un precipicio, por el cual no decides si tirarte o no. Puede que caigas antes, posiblemente después, pero lo que todos sabemos con seguridad es que nos vamos a desprender por ese abismo sin saber lo que nos espera a lo largo del descenso y al final de este, o únicamente si realmente nos espera algo.
La muerte es personal y súbita. No puedes cambiar tu muerte por la de otra persona, así como tampoco puedes decidir fecha, hora o lugar. Te recoge cuando quiere y te lleva a ti, a tus ideas, recuerdos y pensamientos nadie sabe a dónde.
Es bueno vivir la vida entregándose a la suerte, porque cuando menos te lo esperas, ya no formas parte de ella y puede que te arrepientas de no haber hecho lo que realmente te apetecía en algún momento, ¿ Qué tiene de malo hacer lo que queremos hacer?
La muerte llega rápido y no es ella la que duele si no el dolor reprimido, las palabras no dichas, las emociones no expresadas tales como el llanto no llorado o la alegría no compartida.
Con seguridad, cuando notes que la muerte va a abrazarte, vas a arrepentirte, no de los errores cometidos, si no de aquello que has considerado erróneo antes de ni si quiera haberlo intentado, y ya no sabes si vas a tener ocasión de hacerlo en ese nuevo ciclo posterior a la vida. Porque no sabemos qué pasa ahí, qué hay o qué deja de haber, qué se siente o se deja de sentir. Probablemente la muerte no sea algo tan negativo como creemos. Podemos considerarlo positivamente como una nueva etapa de libertad, de libertad real, sin prejuicios ni limitaciones.
La muerte son muchas preguntas con una sola respuesta: Vive cada momento como si fuera el último, no te arrepientas de nada de lo que hagas, si no de lo que dejes de hacer y  prescinde del miedo, porque como bien sabemos, todo esfuerzo tiene recompensa, así que todo lo que te hayas esforzado en la vida, va a ser recompensado tarde o temprano, y si has sido gran persona, estés donde estés después de morir, vas a tener un gran lugar reservado en los corazones de los que te quieren. Así pues, en el recuerdo vas a ser eterno, y la eternidad es inmortal. Pero lo que realmente merece la pena es ser recordado como una persona que ha intentado cambiar el mundo, ha aportado su granito de arena y ha hecho frente a los distintos contratiempos que se presentan en la vida.
Amigos, la muerte llega rápido y nos lleva consigo cual ráfaga de viento que hace volar al papel, así que no dudéis ni un instante en gozar cada segundo de vuestras vidas.

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