La libertad es una palabra sencilla pero con
un amplio campo para poder estar debatiendo horas y horas. La palabra libertad
hace referencia a la capacidad de cada uno de actuar según su propia voluntad
sin que nadie le tenga que decir cuándo, cómo o dónde.
La libertad es una de las características más
bonitas que posee el ser humano, o al menos que debería poseer. Otorga la
posibilidad de vivir la única vida tangible que tenemos del modo más ameno posible
para cada uno, siempre y cuando respetemos a los demás. Es algo que todos y
cada uno de nosotros merecemos.
Cierto es que deberíamos nacer todos con esa
disposición, que no niego que lo hagamos, pero a los pocos días de vida ya la
sociedad nos la está robando. Siempre va a haber alguien que se considere con
el suficiente poder sobre ti como para poder afanar tu libertad, así que si la
deseas tener de nuevo, vas a tener que reconquistarla.
Es por eso que, en primer lugar, somos todos
y cada uno de nosotros los que tenemos que tener claro que todas las personas
somos iguales y todos tenemos el mismo derecho a esa independencia. Pero, ¿es
honesto por nuestra parte exigir libertad cuando invadimos la de otras
personas? Yo creo que la respuesta es un
contundente “no”.
Por lo
tanto, en primer lugar deberíamos tener claros los límites de esa, nuestra
libertad. ¿Pero es que tiene límites la libertad? Claro que los tiene. Todos
tenemos derecho a ser libres, pero en la medida justa para no perjudicar a los
demás y no invadir sus respectivas libertades. Mi libertad termina donde
comienza la de otra persona y la reconquista empezará cuando tengamos claras
esas fronteras.
Todo esto hace referencia a la autonomía
frente a una sociedad, pero ¿de qué te va a servir esa libertad si no posees tu
propia libertad interior? ¿Cómo esperas ser libre si lo más importante lo pasas
por alto? Atribuimos la falta de libertad a causas externas como leyes y
obligaciones, y no nos damos cuenta de que, en el caso de que pudiéramos
eliminarlas, se nos volverían a presentar más y más obstáculos, sin poder
llegar en un final a ser del todo libres, porque al fin y al cabo, todos
estamos regidos por las leyes de la madre naturaleza.
No todo puede depender de
factores externos, de todo lo que nos rodea. Cada uno debería centrarse en sí
mismo y empezar por conquistar su propia libertad interior sin hacer tanta
referencia a la sociedad. En muchas ocasiones hay objetivos que no conseguimos
por establecernos a nosotros mismos unas limitaciones innecesarias. Pensamos
que alguna situación se va a complicar más de la cuenta y nos cerramos de tal
modo que somos nosotros mismos los que imposibilitamos que haya una solución para
dicha situación. Nos volvemos tan negativos que solo creamos barreras y más
barreras, apagando la tenue luz de la esperanza. Si queremos
sentirnos libres, siento decir que es absolutamente imposible hacerlo con la
mera conquista de la libertad social, y ya no por el hecho de que sea tan
difícil conquistarla, sino porque lo primordial para ser libre es esa libertad
interior de cada uno. Cuando tengamos esta dominada, entonces ha llegado la
hora de luchar por la que a lo colectivo se refiere.
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