lunes, 19 de marzo de 2012

“I HAVE A DREAM…”


La libertad que tenemos hoy, de la que gozamos y a la vez, de la que tanto nos quejamos, no nos fue regalada. Es incluso irónica la cantidad de sangre que ha derramado un fin como este, tan lleno de paz e igualdad en todos los sentidos. La lucha por y para la libertad ha sido una de las que más vidas se ha llevado. Vidas de defensores o detractores, de luchadores o inocentes. Daba igual; en la guerra por la libertad valía la pena morir, porque se luchaba por los derechos de todas las personas del mundo, sin distinguir entre amigos o enemigos, negros, amarillos o blancos, judíos, musulmanes o cristianos. Y hoy nos quejamos por las condiciones que tiene. Después de siglos de guerras y batallas, nosotros, de los que la mayoría no ha cogido un arma en su vida (y que espero que nunca lo haga), protestamos. Por supuesto, no opino que haya que reprimirse, ni dejar de denunciar las injusticias, pero siempre debemos hacerlo pensando antes en la libertad mundial que solo en la de las personas más cercanas, incluyéndonos a nosotros mismos. Y es que a veces nos cuesta pensar que esas que hay ahí fuera también son personas. Diferentes en todos los aspectos, distintas a nosotros tanto en religión, color o raza, como en posibilidades y condiciones políticas, sociales o económicas; y aún así, son personas, seres humanos que nacieron igual que nosotros: pequeños, desnudos y algo feos, y del vientre de cada una de sus madres. Nadie, por nacer en cualquier otra parte, nadie, por tener mayor o menos estabilidad económica, nadie, tiene más o menos libertad, y por tanto, derechos y deberes, que nosotros. NADIE. Ni siquiera un famoso actor de cine estadounidense, ni un senegalés que se dedica a vender en la calle para poder sobrevivir. Ninguno de los dos es más libre, o al menos, en teoría. Y digo en teoría, porque aunque los dos tienen los mismos derechos por pertenecer a la especie humana, su lugar de nacimiento ha condicionado totalmente su vida, permitiéndoles un grado de libertad distinto. ¿Quién sabe si ese actor hubiese sido tan famoso si hubiese nacido en el lugar del otro? ¿Quién puede afirmar que su estilo de vida no le habría impedido desarrollar su carrera hasta el estrellato? Todos sabemos que no hubiera podido llegar a ser lo que es. Y solo por nacer en otro lugar. Porque libertad no es solo la capacidad de decisión y de actuación o no actuación, sino también la capacidad de poder pensar, decir, creer, hacer y vivir lo que queramos siempre dentro de los límites de responsabilidad. Pero pensamos que estos límites nos cortan las alas, que no nos permiten ser verdaderamente libres. Y pienso ¿seríamos libres sin estos límites? ¿Seríamos capaces de respetar la línea que separa nuestra libertad de la de los demás? Mmm… es difícil saberlo, pero creo que la Historia nos ha enseñado que no somos capaces de no salirnos de la maceta en la que nos ha tocado vivir, sino que preferimos ir a ocupar otras distintas, quitándole la vida al inquilino anterior. Sí, es cierto que la existencia de normas de conducta nos impide llegar a ser todo lo libres que podríamos llegar a ser, pero también es cierto que aunque somos la especie más inteligente del planeta, no somos capaces de respetarnos los unos a los otros como iguales, sino que necesitamos sentirnos superiores y más poderosos que los demás, y con esto les impedimos ser tan libres como nosotros.
Tenemos que recordar a todas esas personas, famosas como Martin L. King o M. Gandhi, o anónimas, que lucharon y siguen luchando por que el sueño de libertad  para toda la humanidad se haga realidad, y que no siga siendo, simplemente, un sueño.

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