domingo, 29 de abril de 2012

TECNOLOGÍA NO SIGNIFICA AVANCE EN LA HUMANIDAD

  ¿Somos nosotros quienes influimos en la tecnología y en su desarrollo, o es ella la que  una vez creada, nos influencia a nosotros?
Actualmente, vivimos en una sociedad ansiosa de avances tecnológicos, hambrienta de cambios, acostumbrada al dinamismo de las cosas que nos rodean. La tecnología es necesaria desde todos los puntos de vista, y visto desde nuestra vida sería totalmente impensable el hecho de vivir sin ella.
Sin duda alguna, la tecnología logra un mayor crecimiento de la población gracias a la introducción de avances médicos, técnicos y de todos los ámbitos, ya que mejora nuestra calidad de vida y la alarga a su vez.
Pero, este continuo y desarrollo en el que nos vemos inmersos nos lleva a plantearnos una cuestión muy básica. ¿Cómo es posible que mientras la obesidad y la búsqueda de la inmortalidad preocupan en las sociedades más desarrolladas; haya países a los que aún les preocupan el hambre y las enfermedades que asolan sus hogares? La respuesta a esta pregunta está en que mientras que nuestra sociedad aumenta exponencialmente y así su calidad de vida gracias al desarrollo tecnológico, otras sociedades descienden a causa de problemas solucionables. ¿Es esto lícito o por ende es contradictorio? ¿En qué nos ha convertido la tecnología? ¿En personas con mayor capacidad de razón para solucionar problemas o solo en animales de la ambición cegados por conseguir beneficio? En su libro, Alfonso Gago plantea que la tecnología está creada por el más débil de la sociedad, aquel que necesita esforzarse y agudizar su creatividad y su ingenio para triunfar y ganar beneficios. En mi opinión esta teoría podría ser cierta, pero no sin añadir el matiz de que el ser humano no crea la tecnología de forma altruista, sino mirando también sus beneficios personales. Por tanto, ¿son ellos, la codicia y el afán de poder lo único que nos anima a avanzar dentro de nuestra sociedad?
La capacidad más importante del hombre que sin duda nos distingue de las demás especies es nuestra inteligencia. Nuestra capacidad para pensar en las cosas que nos rodean y darles un razonamiento coherente y lógico. Y esta facultad propia de nuestro ser no solo se extiende por el campo científico del ser humano; sino que también por nuestro lado humano. La inteligencia es capaz de hacer que modifiquemos las características del medio externo que nos rodea en nuestro beneficio, para mejorarlo y así mejorar nuestra calidad de vida y la de otros que nos rodean. Inteligencia emocional, aquella que nos hace que tengamos consciencia, que no solo pensemos con nuestra parte lógica del cerebro sino que también utilicemos el corazón. Aquella que nos hace ser empáticos y altruistas con las personas de nuestro entorno.
En mi opinión, las personas somos máquinas diseñadas para cometer errores. Uno tras otro, a veces sin aprender del anterior. Errores tan grandes que ninguna máquina puede arreglar. A veces tan solo necesitamos callarnos para aprender a escuchar a nuestro alrededor, hacer las cosas desde nuestra consciencia, luchar por oír con el corazón a un mundo que tantas veces clama nuestra ayuda. Y es por ello que como dijo W. Shakespeare “sin corazón, solo seríamos maquinas”.

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