viernes, 15 de junio de 2012

La Ley de Dios


         "No te detengan los juicios humanos; descarga tu conciencia y no temas sino a Dios.” Esta es una frase de San Francisco de Sales, para mi quizás es una frase demasiado acertada. ¿De verdad puede alguien juzgarnos? Las personas hemos nacido libres, respetando unos derechos y deberes, pero si alguna vez incumplimos una de estas normas, somos juzgados y sancionados. ¿Quién tiene el poder de juzgarnos? Si respondiésemos a esta pregunta de forma rápida y sin pensar muchos diríamos: “está claro, los jueces”, pero el único juicio que de verdad va a tener un peso fuerte en nuestra vida es el juicio que preside el propio Dios. El Señor no distingue entre cada uno de nosotros, a todos nos trata con el mismo amor y nos ve bajo la misma mirada, la de un padre, por eso creo que es justo que él sea el único capaz de juzgarnos. Puesto que en el juicio final no habrá testigos, abogados, pruebas del delito… solo el conocimiento de Dios que sabe todos nuestros pasos en el camino de la vida. 


        ¿Se puede incumplir la ley y no ser sancionado? Está demostrado que cualquier falta leve o grave contra las leyes es penalizada, pero  tratándose del juicio de Dios del que se habla en el primer párrafo… ¿Dios nos penaliza a nosotros? Por lo que he ido escuchando y entendiendo, Dios no castiga, no echa rayos sobre nosotros, ni seca los mares… nos muestra el camino de la confesión y el perdón. Si aceptas tus errores y tienes fe en él, cuando acabe el juicio tendrás un banquete sentado a su lado en la mesa del Reino de los Cielos. Si no aceptas estos errores, ¿existe la posibilidad del infierno? El infierno  es un concepto del que todavía no estoy muy segura, según la película “La lengua de las mariposas”, una escena en la que están el profesor y Monchu, este le dice al pequeño: “Ese infierno del mas allá no existe. El odio, la crueldad... eso es el infierno. A veces el infierno somos nosotros mismos.”. Esta frase refleja mi borroso ideal del infierno, no creo que exista un lugar subterráneo dominado por un demonio, creo que el infierno lo creamos nosotros mismos dentro de cada uno, y los únicos que reinan son el mal, el egoísmo, la avaricia... por esto creo que nadie va al infierno, justo cuando nos encontramos con la presencia de Dios, algo crece en nuestro interior, un pequeño brote de la planta de la esperanza, una primera flor del rosal de la muerte, se enciende un chispa que pronto se convierte en llama. Yo, simplemente, lo llamo fe.


         La Ley de Dios consta de 613 mandamientos y ordenanzas, pero creedme todo se reduce a uno de ellos “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Y así es, en esta sociedad tan egoísta, si todos quisiésemos el bien de la persona que tenemos al lado como el nuestro propio, la vida no estaría condicionada por reglas y prohibiciones, solo por buenas acciones y desintereses.
 

        He querido darle un enfoque a esta disertación religioso, pero por un detalle muy simple; para mí, la única justicia que marcará mi vida, es la justicia divina, donde antes de la sanción siempre encontraras la posibilidad de un perdón.



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